FELIPE VILLANUEVA. El Poeta del Piano Mexicano │BIOGRAFIA

La música en el México del siglo XIX, se ceñía a la ópera italiana y la zarzuela, que eran lo que copaba la atención del público.

No es sino hasta la segunda mitad del siglo, luego de la caída del imperio de Maximiliano de Habsburgo, que la música para piano acapararía el interés en carácter de música de salón, con lo que atraería la disposición de los aficionados al piano, quienes tuvieron acceso a un cada vez más amplio repertorio “amateur”.

Gracias a esta tendencia es que, paulatinamente, se sentarían las bases en la que descansaría el desarrollo virtuosístico posterior.

Los compositores dejaban de escribir para el aficionado y entraban en los terrenos de los pianistas profesionales para llegar a un público mejor preparado.

Entre algunos de los autores que destacaron en este periodo encontramos a Gustavo Ernesto Campa, Ricardo Castro y el compositor del que hablaremos el día de hoy:

FELIPE VILLANUEVA

El Poeta del piano de México

Felipe de Jesús Villanueva Gutiérrez, nació el 5 de febrero de 1862 en Tecámac, Estado de México.

Sus padres fueron Francisca Gutiérrez y Zenón Villanueva, que fue presidente municipal de su municipio.

Felipe Villanueva │ Biografía

Desde muy pequeño miraba a su hermano Andrés, practicar violín y este, le enseño un poco de conocimientos musicales.

Con su familia, asistían los domingos a la plaza para escuchar a las bandas musicales.

Al notar el padre que su hijo tenía talento y sensibilidad por la música, lo llevó con José del Carmen, que era primo de Felipe y el organista de la parroquia de Santa Cruz Tecámac, para que le diera sus primeras lecciones, aunque luego, también tomaría clases de piano con Hermenegildo Pineda.

Ya con más conocimientos, tuvo la oportunidad de formar parte de la banda del pueblo.

Con diez años de edad, Felipe compone una cantata patriótica para piano y cuatro voces: el “Retrato del benemérito cura Hidalgo”.

Se dice que, a manera de despedida de la casa paterna, escribió la mazurca “El último Adios”, pues en 1873, fue enviado junto a su hermano a la Ciudad de México para estudiar violín formalmente en la Sociedad Filarmónica de México, antecesora del Conservatorio de Música, bajo la tutela del maestro Alfredo Bablot.

No obstante, fueron rechazados por “carecer de aptitudes musicales”.

Su hermano Andrés regresa a casa mientras que Felipe, se queda en la capital para recibir clases de piano y armonía con Antonio Valle.

Posteriormente, con trece años de edad, regresa a Tecámac y se vuelve autodidacta, ayudado por métodos y manuales de música.

Sin embargo, al reencontrarse con Hermenegildo, este invita a Felipe para ser parte de su banda y con ellos, esparcen su música en los pueblos vecinos.

Es entonces que Valentín Hernández, amigo de la familia, se resuelve a sufragar los gastos para que Felipe vuelva a la Ciudad de México para que continúe con su carrera profesional.

Se aloja entonces en la casa de Luis Rodríguez, quien lo ayuda para que en 1876, Felipe, con catorce años, ingrese como violinista en la Orquesta del Teatro Hidalgo, dirigida por José Cornelio Camacho, quien también haría las veces de maestro de composición para Villanueva.

Mas adelante, perfeccionaría sus estudios de piano y composición con el excelso músico, Julio Ituarte.

Al morir su padre, Felipe cambia de residencia y se hace cargo de su propio sustento.

Para 1879, la editorial Wagner y Levien realiza las primeras publicaciones de la obra para piano de Felipe, como son las piezas: “Ana”, “Luz”, “Amor” y el ”Vals Poético”, dando inicio a un amplio repertorio que le daría prestigio.

Inicia entonces, toda una época de gran trayectoria y comienza a gozar de popularidad y reputación como el profesor de música de miembros de las familias más ricas del porfiriato.

De hecho, es maestro de Amada Díaz, hija del presidente Porfirio Díaz, por lo que tiene acceso a fiestas y veladas con los políticos y entabló amistad con figuras de la intelectualidad del momento.

Felipe Villanueva, Ricardo Castro, Gustavo Ernesto Campa, Juan Hernández Acevedo, Carlos Meneses e Ignacio Quezada, conformaron el llamado Grupo de los Seis; el mismo que se inclina por la escuela francesa de música, pues consideran que es la mejor y la más completa en el panorama musical.

Juntos, fundaron en 1887, el “Instituto Musical” en oposición al Conservatorio.

Cabe destacar que, tras incluir la música desconocida de Bach, Chopin y Liszt, así como transformar la educación de hasta ese entonces conocida, es que se vuelve el mejor organismo de su tiempo.

En 1892, los maestros Campa, Meneses y Villanueva, constituyen la Sociedad Anónima de Conciertos con la finalidad de dar a conocer en México, la música desconocida de los referentes de la música europea.

Nostálgico, vuelve a Tecámac por un tiempo y aprovecha para componer el vals “Un Recuerdo” que, sin saberlo, sería de sus últimas composiciones, ya que tras un descuido de salud en una noche fría, enferma de pulmonía, de la que ya no puede recuperarse.

Con escasos 31 años, Felipe Villanueva, muere el 28 de Mayo de 1893.

Es hasta 1923 que sus restos reposaron en el Panteón de Dolores de la Ciudad de México, para ser depositados en la Rotonda de los Hombres Ilustres del mismo cementerio, como morada final.

Ahora bien ¿Qué fue lo que hizo que Felipe Villanueva cobrase valor e importancia para pasar a la posteridad y a la memoria cultural de México?

De entrada, hemos podido observar que Villanueva, era un músico nato. Tenía talento, dotes creativas y una sensibilidad profundamente romántica.

Renovó la tradicional educación italianizante, sustituyéndola por un espíritu más francés y alemán, ampliando y mejorando la calidad del panorama musical en México.

Aunque compuso motetes, fragmentos de una misa fúnebre, mazurcas y hasta una ópera, hizo del vals, una manifestación nuestra; es decir, hizo al vals, mexicano.

Aunque originalmente inició su carrera como violinista, es su producción pianística principalmente la que adquiere voz e identidad propia, al punto de que su obra, es repertorio fundamental para los pianistas mexicanos.

Es gracias a músicos como Ituarte, Campa, Castro, Manuel M. Ponce y otros pianistas que vendrían más adelante que, Felipe, no perdería vigencia; contrariamente al destino de otros compositores mexicanos.

La obra más reconocida del maestro Villanueva es el icónico Vals poético en su versión original para piano, aunque también es reconocida la orquestación que hizo de esta obra el maestro Campa.

En reconocimiento, actualmente el municipio que vio nacer al maestro, lleva por nombre: Tecámac de Felipe Villanueva, así como innumerables sitios han puesto su nombre en calles y avenidas.

La principal sala de conciertos de la capital del Estado de México, al que pertenece Tecámac, también lleva el nombre del maestro.

Entre pianistas que han grabado y publicado análisis sobre su obra, destacan Edison Quintana y Eva María Zuk.

El pianista e investigador Juan Ramón Sandoval, descubrió material inédito y recuperó la partitura de la ópera “Keofar”, que se había extraviado.

Consuelo Carredano realizó una biografía revisada y documentada, y llevó acabo la catalogación y el estudio general de la obra del maestro Villanueva.

Como compositor y virtuoso, destaca especialmente por su originalidad en esa época porfirista: Felipe Villanueva, el representante del romanticismo mexicano.

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TIEMPO DE MÚSICA Y UNIVERSO se despide… hasta la próxima.

Victor Villegas
@VicManVillegas

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