CHOPIN EN LA INTIMIDAD (En Paños Menores)

Chopin (1810 – 1849) era la quintaesencia del artista romántico, un compositor de música apasionada y que desafortunadamente muriese joven.

¿Qué hizo que Chopin escribiera la música más maravillosa?
¿Qué motivaciones provocaron como resultado, la grandiosa música que ha llegado hasta nuestros días de este genio?
¿Cuáles fueron las motivaciones? o ¿Quiénes fueron las musas de tan apasionantes inspiraciones?
¿Qué secretos se entretejen en su obra?

Hoy encontraremos las respuestas a estas incógnitas desde otra mirada, a través de la intimidad de este creador gigante de la música.

CHOPIN EN LA INTIMIDAD

En Paños Menores

Desde su más corta infancia, Chopin se sentía muy a gusto en compañía de mujeres. Aun cuando estudiaba en escuelas para muchachos, siempre desaparecería tras los matorrales con las hermanas de sus amigos.

Recuerda Chopin que en 1824, a los catorce años de edad, estaba enamorado de una niña del colegio en un convento, cuyo padre estaba enfadado por tener reuniones secretas con la niña.

El Gran Duque Constantine Pávlovich Románov (1779 – 1831) permitía que el niño prodigio retozara en los Jardines Belvedere con la Condesa Alexandrine de Moriolles (1801 – 1842), que era la hija del tutor de los hijos del duque. A ella le dedicó su “Rondó a la Mazur op. 5” de 1816.

A Emily Elsner, hija de un profesor, le dedicó dos de sus primeras composiciones entre las que se encuentra el Valse No.16 in La bemol mayor, Op.Posth B. 21

Chopin siempre vestía elegantemente como los varones de época, con guantes, bastón y pañuelos al cuello. Delicado, con temperamento poético y de modales refinados y aristocráticos.

Con la intensa emoción de las ejecuciones en sus recitales, lograba que las mujeres desfallecieran.

Chopin se volvió profundamente cariñoso con su compañero de escuela Titus Woyciechowski (1808 – 1879), un niño robusto y callado que vivía en una granja y que gustaba de su música. A él le escribía cartas apasionadas.

En septiembre de 1829, tras detallarle por escrito sus primeros conciertos en Viena, terminó su misiva con la frase: “Yo te beso de corazón, si me lo permitieras sería justo en los labios”.

Siempre hubo besos en las cartas de Chopin, para hombres y para mujeres, pero Titus, era algo especial para el maestro. A él le dedico sus Variaciones sobre “Là ci darem la mano”.

Se dice que durante su incursión en Viena, Chopin podía enamorarse y desenamorarse en una sola noche.

Fue allí precisamente que conoció a Leopoldine Blahetka (1809 – 1855) la hija de diecisiete años de un periodista. Una belleza que adulaba a Chopin al considerarlo un artista del nivel de Ignaz Moscheles (1794 – 1840) y Friedrich Kalkbrenner (1784 – 1849).

Sollozando dejó Viena, pero pronto la olvidó, pues conoció a la dulce y hermosa Konstancja Gładkowska (1810–1889) en el Conservatorio de Varsovia. Chopin expresó que “Gladkowska no deja nada que desear”.

Konstancja y Tito son las dos caras de un amor único de juventud.

Sin embargo, cuando Chopin volvió a Viena, Konstancja comenzó a hacerle la corte a un comerciante de Varsovia con quien se casó algunos meses después.

Una noche, le escribiría a Titus que salió a cenar con una hermosa muchacha, solo por el hecho de que también se llamaba Konstancja. El puro nombre hacía palpitar su corazón.

También cayó bajo el embrujo de la cantante Henriette Sontag (1806 – 1854), la ídolo del momento y se volvió un perseverante visitante de sus aposentos.

En otra ocasión, el Príncipe Antoni Radziwiłł (1775 – 1833) lo invitó a pasar unos días en su casa. Las dos hijas, no lo dejaban solo. La princesa Eliza lo dibujó, en tanto que a la princesa Wanda, le enseñaba a tocar el piano. Naturalmente, disfrutaba con la sensación de conducir por sobre el teclado, las manos de su entusiasta alumna.

A Chopin le gustaban por igual las dos hermanas. Se imaginaba el paraíso con dos hermosas Evas.

Chopin, en otra ocasión, conoció en Dresden a Delfina Komar (1807 – 1877), conocida como la Condesa Delfina Potocka, debido a su matrimonio fallido con el Conde Mieczysław Potocki (1799 – 1878).

La condesa, de piel blanca, cabellos dorados, ojos azules y pechos generosos, gozaba de un espíritu elevado. Ávida de incansable placer, luego de su divorcio, se lanzó en un torbellino de aventuras amorosas con la “crema y nata” de la sociedad parisina. Decían que «Era la mayor pecadora de todas».

Pronto, ella y Chopin se volverían la comidilla de la comunidad polaca.

En un escrito que realizó Robert Schumann, analizando “Las variaciones La ci darem la mano”, comparó un pasaje de la tercera variación con la escena de Don Giovanni de Mozart, donde Giovanni besa a Zelina en su “des-dur”. Des-dur es el re bemol mayor en alemán.

En Polaco, es «des-durka» y en Varsovia, había un bien conocido café para artistas cuyo nombre suena muy parecido: «El Dziurka”, que significa, «el agujero pequeño» o «el ojo de la cerradura«.

Chopin solía escribirle a Delfina: «Cómo anhelo besar tu des-durka con mucho ahínco”. Me gustaría dejar caer algo en tu pequeño agujero de nuevo, en re bemol mayor. No me rehúses». – F. C.

Chopin, se quedaba celoso cuando la condesa se iba con otros amantes, pero lo agradecía, pues le daba tiempo para trabajar. “La inspiración y las ideas me llegan solamente cuando no he tenido a una mujer en mucho tiempo. Cuando ya he vaciado mi fluido dentro de una mujer, la inspiración me abandona y ninguna idea musical nueva llega a mi cabeza”.

Un día, sin embargo, Delfina volvió con su marido.

Luego entonces, Chopin con veintiséis años, vertía sus pensamientos hacia el matrimonio, así que buscando a una esposa, encontró en Dresden a la joven polaca de dieciséis años, Maria Wodzińska (1819 – 1896).

Se comprometió con ella en 1836, pero no podían hacer ningún anuncio hasta que tuvieran la aprobación del Conde.

Aunque Chopin gozaba de la gracia del Conde Wodzinski, decidió que la brecha social entre ambos, era muy amplia.

Al fin y al cabo, solamente quería casarse con ella por que tenía la necesidad de sentar cabeza.

Recuerda Chopin que en 1824, a los catorce años de edad, estaba enamorado de una niña del colegio en un convento, cuyo padre estaba enfadado por tener una reunión secreta con la niña.

En otro momento, le gustó mucho una de sus alumnas, Josephine Thun-Hohenstein, le hija del conde Thun; misma a la que le dedicó el Gran Valse Brillante op. 34 no. 1.

De hecho, varios de sus valses y sus preludios, fueron dedicados a diferentes mujeres, entre la que se encuentra el Vals op. 64 no. 1 y el concierto no. 2 en fa menor, op. 21 para Delfina Potocka.

En octubre de 1836, Chopin visitó a Franz Liszt (1811 – 1886), que acababa de llegar a Paris con su amante la Condesa Marie d’Agoult (1805 – 1876), a quien precisamente le dedicó los estudios op. 25 de 1837 y con ello, eventualmente, se levantaron especulaciones sobre este par.

Más tarde, sería Liszt quien presentase a Chopin con la celebridad literaria Amantine Aurore Lucile Dupin, Baronesa de Dudevant, mejor conocida como George Sand (1804 – 1876).

En un principio, a Chopin le resultó repugnante la escritora, aunque a ella nuestro pianista le causó una extraordinaria atracción. Tardó un tiempo antes de que Chopin sucumbiera a sus encantos y halagos.

Ambos tuvieron una relación tumultuosa hasta que terminó en agosto de 1847.

George Sand se quejaba amargamente de la frivolidad de Chopin en asuntos del corazón, aunque fuera de ello, era completamente otro.

Expresó que su idilio había cedido el paso para hacerse cargo de tres hijos: los suyos propios que tuvo con su primer esposo, más Chopin, que ya padecía las crónicas dolencias de su siempre delicada salud.

Sumado a esto, el ambiente en casa era tenso debido a los continuos conflictos entre Chopin y Maurice Sand (1823 – 1889), hijo de la condesa, más las desavenencias entre la Sand y su hija Solange Sand (1828 – 1899), a quien consideraba hermosa pero maligna.

No veía con buenos ojos el hecho de que fuera la predilecta de Chopin, quien encontraba reposo y consuelo junto a Solange.

Sin embargo, aún tras la ruptura con la Sand, no disminuyó la reputación de Chopin como presuntuoso y mujeriego.

Tuvo queveres con Pauline Viardot-García (1821 – 1910) y nuevamente, con Delfina Potocka que había vuelto a parís dejando atrás, otra vez, su matrimonio en ruinas.

Chopin le escribiría: “Veo a las mujeres bonitas con admiración. Si alguna me excita, me la empujo a la cama, pero solamente has sido tú y la señora Sand quienes han tomado mi corazón.”

Sin embargo, aunque nuevamente le dió “su favor supremo” a Chopin, ella no dejó de ver a otros amantes, provocando lágrimas en el compositor.

En 1844 encontró distracción con una alumna escocesa, Jane Stirling (1804 – 1859), a quien para no variar, le dedicó los nocturnos op. 55.

Ella se lo llevó de gira por Inglaterra y Escocia en 1848, tras lo cual, Chopin, entraría en gravedad de salud, por lo que regresó a Francia para encontrar a la muerte el 17 de octubre de 1849 con 39 años.

En su lecho mortuorio se encontraban entre algunos de sus allegados, su hermana Ludwika (1807 – 1855), Solange, la hija de George Sand y Delfina Potocka.

Es común la idea de que Jane Stirling, por un sentimiento de culpa, aporto una considerable suma de dinero que se utilizó para los gastos del alquiler de Chopin en su último apartamento, el transporte de su hermana desde Varsovia y los cargos funerarios entre otros gastos diversos.

Sin embargo, en investigaciones más recientes sobre unos rumores de octubre de 1848, se dice que Chopin había contraído matrimonio en secreto con la cantante conocida como el «ruiseñor sueco», Jenny Lind (1820 – 1887) y que fue ella quien, a través de Jane Stirling y la hermana de esta, hizo las donaciones mencionadas.

Lo cierto es que, excluyendo a Delfina y a George Sand, Chopin refirió:

Las otras mujeres de mi vida, eran vientos de pasión que pasaron sobre mí por un breve momento. Yo les di mi cama, mi cuerpo y un poco de mi fluido que da la vida. Ellas nunca poseyeron mi corazón.”

¿El genio de Chopin hubiese tenido el mismo resultado sin esta apasionante vida de amores y desamores?

¿Qué hubiera sido de la historia del piano si no hubieran hecho acto de aparición Delfina y George Sand en este genio de la música?

Fryderyk Franciszek Chopin, en sus palabras, nos deja reflexionando:

“Piensa, el deseo sexual que conduce al hombre a los brazos de una mujer se puede transformar en inspiración. Pero solo en aquellos que tienen talento. Un tonto que vive sin mujeres se volverá loco por la frustración.

Para el genio, el amor no correspondido y la pasión insatisfecha, agudizada por la imagen inalcanzable de su amada, resulta ser una fuente de inspiración sin fin”.

Hasta la próxima.

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Victor Villegas
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