Gluck. La Reforma de la Ópera

La historia de la música, al menos la occidental, se ha asentado sobre sólidos pilares que a la postre, son los que han concretado su existencia, a la vez que han definido y desarrollado las técnicas, las máximas, sus formas e ideales a lo largo de su existencia, claro está, obediente a las influencias y normas de las filosofías y pensamientos imperantes en cada una de sus épocas.

Entre el renacimiento y la ilustración, van surgiendo más acentuadamente algunas corrientes, géneros o formas musicales que van marcando a la creación musical y que, a su vez, van definiendo la influencia que las artes en general ejercen sobre el pensamiento de su sociedad.

Así como la Sinfonía se vuelve tan poderosa en el siglo XIX, luego de su predecesora la forma Sonata, entre el renacimiento y la ilustración, surge la ópera como uno de tantos hilos conductores de la historia de la música.

La ópera tiene sus inicios a fines del siglo XVI, luego de que un grupo de eruditos humanistas, intelectuales, poetas y músicos llamados la Camerata Fiorentina, entre quienes estaba Vincenzo Galilei, padre de Galileo Galilei, tuvieran la iniciativa de musicalizar textos dramáticos tras descubrir que el antiguo teatro griego, era cantado.

En el periodo barroco, la ópera toma formas que son dictaminadas generalmente por los cantantes virtuosos y que usualmente, rompían con el carácter de las obras, hasta que llegó…

Gluck

El Gran Reformador de la Ópera

Christoph Willibald Gluck nace el 2 de julio de 1714 en Erasbach, Alto Palatinado (Alemania), considerado uno de los compositores de ópera más importantes de la segunda mitad del siglo XVIII.

En 1722, su padre era guardabosques de grandes nobles, entre ellos el conde Kinsky en Bohemia, lugar en que la música tenía gran auge y, por ende, sería una importante influencia musical en el pequeño Gluck, aunque se desconocen a ciencia cierta, los orígenes de aprendizaje en la instrucción primera del compositor.

Aunque la familia se desplazaba con asiduidad, parece que obtuvo buena educación y sabía tocar el violín, el cello y el clavecín, y hay pruebas de que asistió a la Universidad de Praga.

Sinfonie G-Dur

Con veintidós años, viajo a Viena y posteriormente a Milán, donde tomó lecciones con el famoso compositor Giovanni Battista Sammartini (1701 – 1775). Allí mismo, en Italia, compuso su primera ópera “Ariaserse” en 1741, que gozó de mucho éxito, tras la cual siguieron varias óperas que hoy están totalmente olvidadas.

Posteriormente, estuvo un breve tiempo antes de viajar a Londres, Inglaterra en 1745, donde conoció y trabó amistad con Handel, quien se habría burlado de él, afirmando que su cocinero sabía más de contrapunto que Gluck. Pero debido a su formación, Christoph Willibald bien podría adentrarse en los senderos de la fuga, pero no estaba interesado en el arte del contrapunto, que es muy diferente a afirmar que no podría manejarlo.

No podemos saber si Gluck se enteró de dicha burla, pero siendo un cosmopolita al igual que Handel, siempre tuvieron buenas relaciones. De hecho, Gluck tenía un retrato del maestro en su habitación y siempre mostró respeto y admiración por Handel.

Sonatas para Trio

Lo cierto es que Gluck, siempre discurrió desde el punto de vista homofónico, contrariamente al pensamiento contrapuntístico.

El pianista sir Donald Tovey, si bien reconocía la destacada inspiración constante del compositor, insistía en que “su técnica habitual se mantuvo en un nivel mediocre”. Claro, si se le compara con los recursos infinitos de un Handel o un Bach, pero no se vislumbra concordancia con lo que Gluck intentaba hacer.

Tiempo después, sus viajes lo llevaron Hamburgo para dirigir una compañía viajera italiana de ópera con la cual visitó a Leipzig y Dresde.

En 1749 regresa a Viena y al año siguiente, contrajo matrimonio con la hija de un rico mercader. En lo sucesivo, no tuvo preocupación económica alguna, con lo que quedó en una posición especial frente a los demás compositores de su tiempo. Esto acarreó consigo que paulatinamente adquiriera un carácter independiente y cada vez más arrogante y obstinado.

En 1752 fue nombrado Kapellmaister de la Corte Imperial de Viena y en 1754 director de la Orquesta del Principe Hildburghausen.

Para 1756, el papa Benedicto XIV le otorgó el rango de caballero, por lo que exigía que se le llamara Ritter von Gluck y en tierras francesas, Chevalier Gluck.

En esa época compuso las óperas casi olvidadas: “La danza”, “Antígono”, “Ezio” “Issipile” y “Le cinesi”

Ezio

La reforma está en el aire

La ópera en ese momento, se había transformado en una simple fórmula consolidada por Pietro Metastasio (1698 – 1782) y trastocada por los cantantes con sus piruetas vocales.

Metastasio era famoso por haber escrito veintisiete Drammi per musica, que fueron utilizados como esquema, por más de setenta compositores de su época. Estos libretos se basaban en la mitología y la historia antigua con muchos personajes cuidadosamente estructurados.

Las óperas basadas en Metastasio y básicamente de toda la ópera italiana de su época, eran una sucesión de solos y dúos dominados por los cantantes que permanentemente emitían fiorituras improvisadas a partir de unas cuantas vocales.

Los cantantes, altivos, indicaban a los compositores qué se debía hacer y no reparaban en alterar la música por complacerse a sí mismos. Toda la acción escénica quedaba interrumpida, en tanto se acercaban a las luces del borde del escenario para asombrar al público con sus artificios, mientras los compositores padecían los egos de los cantantes, sobre todo, si eran castrati.

El pensamiento imperante del momento, estaba siendo dictada por Jean-Jacques Rousseau (1712 – 1778), que manifestaba el ideal de naturaleza y naturalidad.

Johann Joachim Winckelmann (1717 – 1768), reincorporó el ideal clásico griego: «La belleza está determinada por la subordinación de los detalles al conjunto, y el verdadero arte consiste en la armonía y la proporción elegante». Estas ideas penetraron con tal intensidad, sobre el pensamiento estético del iluminismo.

Gluck, que adoptó estos pensamientos, sabía que era momento de elaborar una reforma. Además de los absurdos propios de la ópera barroca, otros fueron los factores que removían al barroco que era desplazado por un nuevo clasicismo, que tendía a la sencillez más que a los adornos recargados. Los músicos componían más en style galant, música sencilla y con melodías desprovista de contrapunto.

La principal atribución con que se reconoce a Gluck, más que como compositor, es la de ser el primer gran reformador de la ópera. Prácticamente, sólo compuso para la escena, aunque se le conocen algunas obras no teatrales.

Gluck tuvo un desarrollo musical tardío y si no fuese por encontrarse con un libretista lo suficientemente estimulante, seguramente jamás hubiese llegado el “Orfeo ed Euridice” de 1762 y por consiguiente, no hubiese reformado nada.

Este libretista era Ranieri da Calzabigi (1714 – 1795); poeta aventurero, intrigante, viajero y de conducta sin escrúpulos. Era un hábil dramaturgo con un estupendo discernimiento del teatro musical. Su “Orfeo” representó la semilla de la reforma.

Si mi música ha tenido éxito, es mi deber reconocer mi deuda con él (Calzabigi), que fue quien me permitió desarrollar los recursos de mi arte. Por mucho talento que posea un compositor, siempre producirá música mediocre si el poeta no despierta en él entusiasmo, sin el cual las producciones de todas las artes no son más que formas débiles y decaídas
Gluck

«Orfeo ed Euridice», es el gran punto de inflexión y constituye la obra más importante de la producción de Gluck, pues representa la primera ópera reformada, ya que en ella, logró apartar la ópera barroca con sus embellecimientos y adornos recargados, y las estériles exhibiciones vocales.

Se perfiló hacia los ideales clásicos de pureza, sencillez, austeridad y equilibrio.

Las voces, los instrumentos, todos los sonidos e incluso los silencios podían tener sólo un propósito, la expresión, y que la unión de la música y las palabras debía ser tan íntima que el libreto pareciera no menos ajustado a la música que la música al libreto.
Gluck

Journal del Paris (1777)

«Orfeo ed Euridice» expone estos ideales con la mayor fidelidad que en cualquiera otra del mismo Gluck: Argumento claro, elevada y sencilla poesía, música privada de todo lo que pueda ser superfluo, incluyendo la armonía, aunque cabe mencionar que Gluck, no era un destacado armonizador, por lo que mostraba cierta modestia en modulaciones y variaciones.

La versión original de «Orfeo» estaba escrita en italiano y en 1974, lanzó la versión en francés en la que sustituyó al castrato por un tenor; aunque al día de hoy, solemos escuchar la versión original con una mezzosoprano o una contralto en el papel del alto masculino.

Orfeo ed Euridice (completa con subtitulos en español)

Estimulado por los libretos de Calzabigi, Gluck realizó en la ópera lo que Winckelmann difundía en el campo general de las artes, y lo que Rousseau predicaba en relación con el hombre.

En 1767 estrenó su segunda ópera reformada, «Alceste», también en italiano.

El prefacio de esta ópera es considerado uno de los documentos más importantes y famosos en la historia de la música, ya que es en donde Gluck enunció sus teorías de reforma.

A saber, aquí se mencionan los puntos más destacados de la misma:

Eliminar todos los abusos introducidos por la equivocada vanidad de los cantantes o por la complacencia excesiva de los compositores que han desfigurado a la ópera italiana, convirtiendo al más bello y espléndido espectáculo en el más tedioso y ridículo.

Limitar la música a su verdadera función: servir a la poesía mediante la expresión, siguiendo las situaciones del argumento y sin interrumpir la acción o ahogándola mediante supérfluos ornamentos.

La obertura debe informar a los espectadores de la naturaleza de la acción que se presentará para delinear el argumento.

El trabajo principal debe orientarse hacia la búsqueda de una sencillez saturada de belleza, evitando realizar despliegues de dificultades a costa de la claridad.

Para lograr sus reformas, Gluck, en primera instancia puso en su lugar a los cantantes, obligándoles a que se mantuvieran fieles al personaje a lo largo de la ópera por un lado, y por otro, anuló el aria de capo.

Así que los cantantes vieron truncadas sus absurdas improvisaciones en el retorno a la primera sección. Tenían que cantar tal y como estaba escrita la melodía.

Las arias son mucho más breves en sus óperas reformadas y crece la magnitud del recitativo, – discurso elevado de carácter declamatorio en contraposición con el aria – y se le utiliza como impulso de la acción escénica, para ensamblar las partes cantadas de la ópera.

Desechó el viejo recitativo secco acompañado con el clavicordio, para sustituirlo con el recitativo stromentato, de superior expresividad y que implica un acompañamiento instrumental más complicado.

Afirmó el papel de la obertura como parte del drama, acentuó el realismo emocional, tanto como el desarrollo del personaje y procuró obtener la unidad dramática total.

«Alceste» (completo)

Pero ¿cómo es que Gluck alcanzó a concretar su reforma?… Gracias a su firme carácter.

Gluck era un hombre rudo, dominante, de carácter explosivo y excitable. Su franqueza era abrumadora al punto de la grosería.

El doctor Charles Burney decía: «Llamaba las cosas por su nombre, y por lo tanto veinte veces por día ofendía los oídos sensibles de los parisienses, acostumbrados a la lisonja».

Jamás negó que fuese codicioso y amante del dinero, además de exhibir una fuerte veta de egocentrismo.

Se dice que era un intrigante peligroso, al punto de que el mismo Leopold Mozart, hombre suspicaz y «conspiranoico», aconsejaba a su hijo Wolfgang Amadeus que se mantuviera alejado de él.

Como director, fue el Toscanini de su tiempo, irascible. Los músicos y cantantes temblaban en su presencia.

La Danza de las Furias

Nunca dejó de preparar él mismo sus propios trabajos. Sabía lo que sucedería si las confiaba a otras manos.

Gluck, obstinado, independiente y desprovisto de tacto, era una tortura para todos.

En definitiva, era un «enfant terrible» de edad madura.

Después de «Orfeo», compuso trece óperas más, de las cuales, seis fueron óperas reformadas en tanto las restantes, aún se ajustaron al anterior estilo de Metastasio.

En 1770 estrenó «Paride ed Elena». Luego de esta, se enfiló hacia Paris, donde contó con el apoyo de María Antonieta, quien fuera su alumna de canto en Viena.

O del mio dolce ardor

En estos tiempos de su incursión en Francia, también salió a la luz «Ifigenia en Aulide» en 1774.

«Iphigénie en Aulide» – «Diane impitoyable…»

Como en muchos otros ejemplos a lo largo de la historia de la música, hablando de rivalidades entre compositores, en 1776 había llegado desde Italia Niccolo Piccinni (1728 – 1800), un hábil compositor de ópera tradicional y que prontamente, atrajo a un número considerable de seguidores.

Por lo que de inmediato, Paris se entretuvo y gozó con las controversias y vivaces polémicas entre partidarios de Piccinni y los de Gluck. Se dice que cuando dos personas se conocían por primera vez, solían preguntar en primer lugar: ¿Usted apoya a Gluck o a Piccinni?

Pese a todo, los dos compositores mantuvieron buenas relaciones, aunque a la postre, se manifestó en sus tratos una cierta nota de aspereza.

«Armide» / Act 1 Finale

Luego de que el público escuchase «Armide» de 1777 e «Ifigenia en Tauride» de 1779, convinieron en que Gluck había vencido.

Iphigénie en Tauride

«Echo et Narcisse«, también de 1779, fue la última obra de importancia de Gluck.

Echo et Narcisse (completo con subtítulos en español)

Tras un ataque que mermó su salud, Gluck regresa a Viena dónde pasa sus últimos años, ya sin componer, para morir el 15 de noviembre de 1787.

Otras óperas creadas por el maestro y que al menos se llegan a encontrar en grabaciones, son:

«La Semiramide riconosciuta» (1748), «La clemenza di Tito» (1752), «Antigono» (1756), «Telemaco, o sia l’isola di Circe» (1765) y «Le feste d’Apollo» (1769)

La Clemenza di Tito – Tremo fra dubbi miei

Gluck tenía en su carácter algo notablemente «Beethoveniano», y estaba decidido a imponer sus propias reglas a la vida.
Harold C. Schonberg

En general, en los mismos tiempos de Gluck, se aceptaba que él había revolucionado la ópera.

En retrospectiva, descubrimos que Gluck tenía razón; que como fenómeno social, se había adelantado mucho a su tiempo.

Cuanto más uno busca la verdad y la perfección, más necesarias son la precisión y la exactitud»
Gluck

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